PROBLEMAS DE CONDUCTA

los problemas de conducta de los niños pueden ser solucionados mediante un conocimiento de sus problemas y una terapia en la que se involucre a los padres
Solamente dos legados duraderos
podemos aspirar a dejar a nuestros
hijos:
uno raíces, el otro alas

Hodding Carter



Durante el crecimiento del niño podemos encontrarnos muchos problemas que a veces nos llegan a desbordar.

Hay niños más obedientes que otros, niños más tranquilos, más reflexivos...pero lo cierto es que cada niño es diferente, único e irrepetible.

Mucho de los niños que tenemos es lo que nosotros estamos dispuestos a permitir. En ocasiones los problemas de conducta de los niños son reflejo de problemas de educación o un modelado de conductas poco deseables. Otras veces se tienen criterios cambiantes que hacen que los niños se vuelvan caprichosos al no tener unos límites claros en su educación.



PRINCIPALES MANIFESTACIONES DEL TRASTORNO DISOCIAL



Los trastornos disociales se refieren a “una forma persistente, frecuente y reiterada de comportamiento disocial, agresivo o retador” (CIE 10), que debe aparecer al menos durante seis meses. A partir de los 18 años pasa a llamarse personalidad antisocial. 



El trastorno disocial es más frecuente en varones que en niñas (3:1), aunque según avanza la edad se incrementa el número de niñas afectadas. 

El trastorno disocial puede aparecer unido a otro trastorno (comorbilidad), como en casos de esquizofrenia, TDAH, trastornos del desarrollo, depresión o conductas de consumo de alcohol o algún tipo de drogas. 

Una de las características del trastorno disocial es la aparición de conductas agresivas (físicas o verbales), sin embargo en ocasiones los niños muestran actitudes agresivas con otro origen: la incapacidad de resolver sus propios conflictos internos o de relación con los demás. 

PRINCIPALES MANIFESTACIONES DE LOS TRASTORNOS DISOCIALES

1. Agresividad

2. Violación sistemática de los derechos de los demás y de las normas

3. Bajo rendimiento escolar

4. Dificultades en las relaciones sociales

5. Problemas en el aula

TERAPIA INFANTIL CON AYUDA DE PLAYMOBIL

Los niños cuando acuden a terapia, suelen tener problemas para verbalizar sus emociones o ser conscientes de sus propias conductas. 


El juego simbólico y la representación de situaciones es una potente herramienta terapéutica, ya que por una parte el niño puede simbolizar lo que le está ocurriendo, y de lo que no es consciente a nivel verbal y por otra, puede comprender las pautas que les queremos enseñar para solucionar sus problemas.


los playmobil ayudan al niño a representar su mundo interior


A este respecto, los Playmobil surgen como un elemento muy apreciado por los terapeutas (de hecho la misma empresa creó una línea de muñecos para ser utilizados en terapia).


Los niños suelen sorprenderse al ir "al psicólogo" y ponerse a jugar, eso les produce confort y no tienen sensación de estar siendo interrogados o mostrarse impotentes por no poder dar respuesta a lo que les están preguntando.
Los playmobil sirven tanto para que autoexploren problemas de índole afectivo (sentimientos de tristeza, celos por la llegada de un hermano, problemas de timidez,, miedos), como de falta de habilidades sociales (problemas con sus amigos, sentimientos de baja autoestima, dificultades de socialización, sobreprotección por parte de los adultos).


El objetivo de esta terapia es tanto a nivel diagnóstico como de tratamiento, porque se establece un vínculo entre el niño y el terapeuta a través del juego: no es el terapeuta el que le habla o le da las pautas para solucionar sus conflictos, es a través de las situaciones de juego donde el niño aprende formas de solucionar sus problemas.


Resulta para muchos adultos sorprendente el hecho de que se pueda trabajar en los problemas de un niño a través de estos simples muñecos, pero la realidad es que Playmobil también puede ser utilizada en problemas de adultos y en coaching profesional.

PROBLEMAS GRAVES DE CONDUCTA EN LA FAMILIA

La familia juega un papel muy importante tanto en el origen como en el mantenimiento de los Trastornos del Comportamiento, y será por tanto uno de los elementos básicos a tener en cuenta, tanto en la evaluación de estos trastornos,como en su respuesta educativa.


Estas familias necesitan que se comprenda su situación, ya que habitualmente se prejuzga y se presupone que las conductas inadecuadas de su hijo son producto exclusivo del estilo educativo de estos padres y madres.



los adultos pueden llegar a desesperarse ante la falta de respeto que supone un adolescente que no escucha




Es importante señalar que los trastornos de conducta no pueden atribuirse simplemente a pautas de crianza inadecuadas, sobretodo en relación al alumnado que presenta TDAH, cuyo origen depende principalmente de factores neurobiológicos. Las pautas educativas familiares, aún siendo un factor clave, interactuará con otros factores tanto individuales (por ejemplo el temperamento del niño, o sus características cognitivas) y sociales (contexto social desfavorecido, la propia desestructuración familiar, modelo sociales inadecuados...), siendo dicha interacción y retroalimentación lo que dará lugar a dichos trastornos. El peso de cada uno de estos factores variará en los distintos casos.

Así, por ejemplo, las mismas pautas de crianza pueden generar un mayor o menor problema según incida sobre un niño con un temperamento u otro, o con una forma y capacidad de procesar la información u otra. De igual manera, los niños y adolescentes con determinado temperamento, generan una situación familiar que a menudo conlleva el refuerzo o la intensificación de las pautas inadecuadas.


Si bien, uno de los factores más relacionados con la aparición de los Trastornos Graves de Conducta según el modelo etiológico de Russell Barkley (2004), son las pautas de crianza inadecuadas como:


• Uso inconsistente e impredecible de las normas.

• Refuerzo positivo, a menudo involuntario, de las conductas inadecuadas o desafiantes, que pueden servir para mantenerlas e incrementarlas en futuras interacciones. Es el caso de las familias que atienden los deseos, demandas o exigencias de los hijos o hijas para evitar un enfrentamiento con ellos, o para que dejen de “montar el espectáculo” en una tienda, restaurante u otro lugar público.El niño o adolescente ha conseguido lo que quería porque ha discutido o tenido una rabieta y éste es obviamente el camino por el que los padres o madres aceleran la adquisición y mantenimiento de la conducta desviada.


• No reforzar ni atender positivamente las conductas adecuadas, e incluso, criticarlas irónica o sarcásticamente cuando las realiza: “mira, hoy ha recogido el cuarto el señorito”.

• El castigo inconsistente e impredecible de la conducta sea prosocial o antisocial, así como la recompensa intermitente e impredecible. Es lo que se ha denominado “crianza indiscriminada”, en la cual el niño o adolescente es castigado tanto si obedece como si no. Como han hipotetizado Dumas y Wahler, estos métodos crean una gran impredecibilidad social dentro de la familia y especialmente en la relación padres, madres con sus hijos. Cualquier respuesta del niño en una situación que consiga reducir la impredecibilidad, incluso si provoca una respuesta desagradable del padre o la madre, será reforzada negativamente y así incrementará su frecuencia. Por lo tanto, puede dar una respuesta desafiante y agresiva a los padres o madres porque esta conducta incrementa la predecibilidad en la relación entre ellos. Parece probable que el adolescente desafiante haya aprendido esta misma estrategia.

• Una pauta constante de interacción agresiva entre padres o madres y sus hijos, puede convertirse en una escalada simétrica, es decir, ir aumentando en intensidad progresivamente. Esto ocurre cuando el niño o adolescente ante un estímulo aversivo (que provoca molestias) o agresivo, emite una repuesta más agresiva que termina con dicho estímulo agresivo o aversivo. Es un refuerzo negativo (conducta que consigue eliminar un estímulo negativo o “castigo”). Así por ejemplo, cuando los padres y madres intentan imponer una orden como hacer una labor del hogar o limpiar un dormitorio en el momento en que el adolescente está viendo su programa de televisión favorito o jugando con un videojuego, éste suele considerar aversiva esta orden.


Entonces el adolescente puede oponerse, resistirse o escapar de alguna forma de la demanda de los padres y madres mediante discusiones, desafíos, agresiones u otras conductas coercitivas que consiguen retrasar el cumplimiento de la orden. Consigue escapar de la petición u orden, aunque sólo sea temporalmente, reforzándose negativamente la conducta oposicionista. La próxima vez que le pidan al adolescente hacer algo, la probabilidad de que el adolescente se resista ha aumentado. Cuanto más insista el padre o la madre en repetir la petición, más intensa será la resistencia del adolescente, debido al éxito precedente para escapar o evitar la acción especificada en la orden. Muchos padres o madres pueden finalmente ceder ante este tipo de conducta coercitiva. Se hace necesario no ceder en ninguna orden con un adolescente que está adquiriendo una conducta respondona y resistente. 


Este es el mecanismo por el que se instauran muchas conductas oposicionista, desafiantes o agresivas.Por aprendizajes de escape/evitación (refuerzo negativo) y se mantiene porque a menudo tiene éxito al conseguir evitar actividades desagradables pedidas por los padres o madres. A veces, se puede producir una conducta agresiva o coercitiva de los padres o las madres hacia el adolescente desafiante por medio del mismo proceso. En este caso, aquellos pueden haber conseguido ocasionalmente, que el niño, la niña o adolescente desafiante deje de discutir, lloriquear, rechazar o hacer una rabieta y obedezca una orden por haber empleado gritos, aullidos o incluso agresiones físicas al adolescente. Los padres pueden haber descubierto que, aumentando rápidamente la intensidad de su conducta negativa hacia el adolescente, es más fácil que el adolescente se rinda y obedezca, especialmente si el adolescente contraviene inicialmente la orden. De ahí que, en ocasiones posteriores, los padres puedan aumentar muy rápidamente la intensidad de la conducta negativa hacia su hijo, por la historia de éxitos habidos en acabar con la conducta negativista. Como resultado de todo ello, estos enfrentamientos intensos y emocionalmente cargados, pueden desembocar en ocasiones en agresiones o abusos físicos hacia el menor por parte del padre, o en violencia de los hijos hacia padres.

• Falta de supervisión de las conductas de los hijos , sobre todo las que se desarrollan fuera de casa, que les lleva a veces a desconocer lo que hacen. Así puede ocurrir, que a los padres y madres de los hijos con problemas de conducta, al resultar agotados, resentidos o impotentes ante dichos problemas eviten relacionarse con ellos o ellas para tener menos enfrentamientos, y acaben inhibiéndose de la educación de sus propios hijos o hijas, pasando menos tiempo con ellos, incluso menos tiempo de ocio y de actividades recreativas. En resumen, los padres pueden reducir considerablemente la cantidad de esfuerzo que invierten en supervisar el comportamiento del hijo para no tener que afrontar esas situaciones.

• También ocurre simplemente que algunos padres no han invertido tiempo en ejercer su papel de padres o madres, posiblemente porque fueron padres a una edad más temprana de lo normal, por su inmadurez social, exceso de trabajo, o por padecer trastornos psicológicos o psiquiátricos.

SIGNOS DE ALARMA EN LA CONDUCTA INFANTIL


  • Angustia (infelicidad, enojo, ansiedad) 
  • Expresión de sentimientos de falta de valor 
  • Preocupación por inadecuaciones corporales percibidas (por ejemplo apariencia física) 
  • Problemas escolares (suspender, faltar a clase, meterse en problemas) 
  • Aislarse de la familia 
  • Aislarse de amigas y de actividades con las que antes disfrutaba 
  • Dormir más, comer menos o tener menos energía 
  • Mostrar de pronto una conducta agresiva 
  • Provocar incendios 
  • Tener pesadillas 
  • Tener más problemas de los normales para concentrarse 
  • Actividades repetitivas como lavarse constantemente las manos o acomodar cosas 
  • Tener jaquecas o dolores de estómago frecuentemente 
  • Actos peligrosos o amenazadores para la vida 
  • Quebrantar la ley

CONSEJOS PARA TRATAR A UN NIÑO CON PROBLEMAS DE CONDUCTA


• Aceptar a los hijos tal como son,con sus cualidades y limitaciones, sin generar expectativas poco ajustadas.

• Prestar atención cuando presente conductas adecuadas y reforzarle de forma proporcionada , sin exceso, manifestando nuestro reconocimiento, mediante un abrazo, un elogio, muestras de agrado, evitando por lo general incentivos materiales. Emplear una hoja de registro positiva para anotar sus progresos.

• Centrarse en las conductas y no utilizar características personales cuando nos dirijamos a nuestro hijo, evitando comentarios negativos y explicándole la conducta deseable que esperamos.


• Incrementar su autoconfianza y autoestima reconociéndole los progresos y el esfuerzo.


• Ayudarles a reconocer e interpretar los sentimientos y comportamientos de los demás y los suyos propios.

• Establecer normas claras, expresadas en términos positivos, es decir, el comportamiento adaptativo deseado, así como consecuencias consensuadas y aceptadas. Mostrarse firme en el cumplimiento de las reglas, evitando las amenazas.

• Emplear un estilo educativo basado en el respeto, el afecto y la no permisividad, evitando la sobreprotección y el abuso de los castigos. Cuando éstos se apliquen deben ser proporcionados y relacionado con la conducta, indicándole o recordándole de forma clara unas pautas de actuación concretas.

• Mantener calma y hablarle en un tono adecuado, sin mostrar inquietud, temor o rechazo. Nuestros hijos e hijas tenderán a imitamos.

• Mostrarles modelos positivos mediante el propio ejemplo en nuestras actuaciones cotidianas.

• Ayudarles a comprender el problema, lo que les ocurre y a que descubran y generen posibles soluciones.

• Disponer de un ambiente tranquilo (evitando la estimulación excesiva), estructurado, predecible mediante rutinas (horarios, hábitos básicos incluido el de estudio y tiempo de ocio...) sobre todo para el niño que presenta TDAH. Usar la agenda escolar como medio para ayudarle a organizar sus tareas y establecer una comunicación continuada con el tutor

DESOBEDIENCIA INFANTIL

La desobediencia y los trastornos de conducta asociados a este comportamiento son el principal motivo de petición de ayuda de los padres, a veces porque se sienten incapaces de manejar la situación y otras muchas porque observan como esta situación va in crescendo.


Al hablar de desobediencia infantil tenemos que tener presente que en el proceso evolutivo del niño es normal la aparición de fases de oposición, como sucede con las típicas rabietas de los 2 años. Esto, siendo completamente normal, puede requerir intervención terapéutica cuando los padres se ven incapaces de manejar la situación, o cuando el estilo educativo de los padres resulta inadecuado para erradicar estas conductas. 

En este punto deberíamos hacer una reflexión sobre los mecanismos de aprendizaje vicario en los niños. Cuando son pequeños sus padres actúan como modelo de aprendizaje, e interiorizan los estilos de comunicación e interrelación. Si los padres tienden a perder los nervios, los niños tenderán a utilizar los gritos como forma de comunicación aprendida.

Por lo tanto en la explicación de los trastornos de conducta en los niños habría que tener en cuenta: 

Las estrategias empleadas por los padres para solucionar problemas, habilidades de comunicación y manejo del estrés 

Características del niño: patrones de comida y sueño, nivel de actividad, relación con otros niños, habilidad en la solución de problemas 
Interacción familiar: problemas familiares, conyugales, estilos de comunicación en la familia 


Entre los problemas más frecuentes que se detectan en niños desobedientes se encuentran: 

  • El niño “sordo”: nunca parece escuchar la primera vez que se le dice algo y hay que repetir constantemente las órdenes y demandas 
  • El niño “negativista”: muestran una oposición constante, aunque no de carácter agresivo 
  • El niño con rabietas: el niño muestra su desacuerdo ante las demandas de sus padres con constantes rabietas, que pueden incluir romper cosas o pegar a sus progenitores. 

Este tipo de trastornos puede ser tratado online, ya que nos basamos en un análisis de secuencias narradas por los padres para establecer las posibles causas de este comportamiento.

El tratamiento necesitará probablemente una detallada recogida de información por medio de autorregistros en base a los cuales se podrán ofrecer medidas tentativas para la modificación de la conducta.

Por otra parte, es importante analizar otras posibles causas de la conducta del niño como podrían ser situaciones de estrés(mudanza, cambio de colegio, pérdida de un ser querido, nacimiento de un hermano, separación de los padres) que podrían cursar con un cuadro agresivo o en ocasiones de tipo depresivo

DESOBEDIENCIA INFANTIL: EL MODELO COERCITIVO

Entre los factores más importantes ligados a los trastornos de la conducta asociados a la desobediencia, resultan de gran importancia los factores de aprendizaje instrumental y la primacía de los procesos familiares de socialización.

La hipótesis de la coerción (Patterson, 1982), señala que existen conductas coercitivas como llorar, que son instintivas en el recién nacido y que modelan a la madre en las habilidades necesarias para la supervivencia del niño. Según el niño va creciendo, las conductas coercitivas se sustituyen por habilidades sociales y verbales para conseguir cubrir sus necesidades y deseos. Sin embargo, hay determinadas condiciones, como fallos en las habilidades socializadoras de los padres, que pueden tener como consecuencia que el niño siga utilizando estrategias coercitivas rudimentarias para conseguir lo que quiere. 


De esta forma, las padres ignoran las peticiones verbales pero responden a las conductas coercitivas (llorar, gritar), provocando que éstas se mantengan, a pesar de que el niño ya debiera disponer de otras conductas más adaptadas a su edad.

MANTENIMIENTO DE CONDUCTA COERCITIVA POR REFORZAMIENTO NEGATIVO


Ejemplo:


el modelo coercitivo explica como las malas conductas son reforzadas


En este caso, el niño ha conseguido su objetivo por la retirada de la orden paterna, quedando la conducta coercitiva reforzada negativamente, y produciendo que en futuras ocasiones esta forma de actuar no sólo se mantenga, sino que se incremente. 


Ejemplo:


No respondiendo al modelo coercitivo del niño conseguimos reducir sus respuestas negativas




En este caso es la conducta coercitiva del padre, cada vez más intensa, que la que reforzada negativamente por la desaparición de los llantos del niño y positivamente por la desobediencia. En este caso son las respuestas del padre las que se incrementarán en futuras ocasiones, produciendo un estilo de interacción familiar coercitivo y agresivo, e igualmente el niño aprenderá por modelado todas las respuestas agresivas que sus padres emiten (reproduciéndolas en el futuro)

MANTENIMIENTO DE LA CONDUCTA COERCITIVA POR REFORZAMIENTO POSITIVO


A menudo las conductas coercitivas de los niños van seguidas de la atención de los padres, de forma verbal o física, y sin embargo las conductas positivas son ignoradas (se le regaña si corre por una cafetería, pero no se alaba si se porta bien, simplemente se le ignora). 

Otro ejemplo sería una madre que ignora las peticiones verbales de un niño para que le compre chuches, y sin embargo se las compra si el niño "monta un escándalo". 

DEFICIENCIAS EN LA INTERACCIÓN QUE SUELEN TENER LOS PADRES

Muchas veces los trastornos de conducta de los niños se deben a deficiencias de los padres en habilidades clave como la disciplina, el refuerzo positivo, la vigilancia, etc. Sin embargo, también es importante señalar que pueden existir variables personales del niño, cognitivas y emocionales. 

Esta falta de habilidad de los padres para manejar las situaciones problemáticas de interacción con sus hijos se ha relacionado con altos niveles de estrés, intra y extrafamiliar. ´Los estudios realizados a este respecto también han detectado que los padres de niños con trastornos de conducta experimentan más disfunciones personales, conyugales y sociales que los padres de niños que no muestran estos trastornos.

VARIABLES QUE INCIDEN EN EL DESARROLLO Y MANTENIMIENTO DE LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA

Además de los factores de aprendizaje anteriormente expuestos, hay otras variables a considerar como:

Características propias de los padres (habilidades de comunicación, de solución de problemas, de manejo de estrés) 

Características de los hijos: mayor o menor reactividad ante los estímulos, patrones de comida y sueño regulares, sesgos cognitivos, habilidad de solución de problemas interpersonales, presencia de mayor o menor actividad, etc 

Características de la interacción: problemas familiares, conyugales, estilos comunicativos, etc 

Problemas externos a la familia: laborales, de ajuste social de los padres, de aislamiento, etc. 

Patterson y otros investigadores han puesto de manifiesto que la desobediencia excesiva a los adultos es la conducta clave para el desarrollo de comportamientos más graves como las conductas agresivas, el vandalismo, problemas de relaciones con compñaeros y problemas académicos.

DESOBEDIENCIA INFANTIL: "EL NIÑO SORDO"

repetir las cosas es síntoma de que el niño no está obedeciendo, seguir repitiendo no cambiará su conducta
Muchos padres se quejan de que su hijo no parece oír a la primera. La madre se desespera porque aunque al final obedece, siempre tiene que repetirle las órdenes varias veces antes de que el niño la cumpla. El proceso que suele seguirse es el siguiente: la madre le pide que recoja su ropa y la leve a la lavadora, el niño no contesta y sigue con lo que estaba haciendo, la madre le repite la instrucción en un tono más alto y espera unos minutos a que el niño la cumpla, no lo hace, de nuevo se dirige a él entono imperativo, muchas veces gritando y exigiendo el cumplimiento de la orden y amenazando con un castigo.


Es posible que llegado a estas alturas el niño conteste un tibio "sí, ya voy", pero su madre está enfadada y le sigue gritando.


Si analizamos la situación en término de conductas aprendidas, vemos que el niño está realizando una actividad placentera que entra en conflicto con la que le están mandando. Evidentemente el niño prefiere continuar jugando, ya que la otra no le refuerza en absoluto, por lo que ignora las peticiones de la madre. Por su parte la madre, como está enfadada, utiliza un tono cada vez más amenazador, que produce ignorancia en el niño, sólo la posibilidad de castigo moviliza al niño, que finalmente hace lo que le dicen entre las amenazas y gritos de la madr
Desde un punto de vista conductual es fácil predecir cómo se desarrollarán situaciones parecidas en un futuro. El niño seguirá atendiendo sólo a las peticiones de la madre ante las amenazas y los gritos.

Para intervenir ante esta situación hay 2 posibilidades alternativas, una basada en programas de reforzamiento y otra en la técnica de costo de respuesta, ambas se pueden utilizar de forma complementaria.


Para aplicar el programa la madre debe actuar de la siguiente manera:


- Utilizar instrucciones cortas, claras y específicas, hablar delante del niño sin gritarle desde otra habitación. Establecer las condiciones: si recoges tus juguetes te dejo luego ver los dibujos. Si tras un tiempo establecido el niño no lo hace, volver a repetir las instrucciones

- Comenzar haciendo peticiones de acciones que lleven implícito un reforzamiento natural (lleva el cuento al salón y te lo leo). En cuanto el niño coopere, la madre debe ensalzar su conducta y acariciarlo


- Se debe tener cuidado en los primeros momentos de hacer las peticiones cuando no interfieran en actividades placenteras del niño en las que se encuentra disfrutando

- Además de los refuerzos naturales (besos, alabanzas) y de los naturales (cuentos, comida), se pueden incluir otros reforzadores como fichas intercambiables por chuches, etc

- Incrementar poco a poco las peticiones, tanto por lo que se refiere a número como a complejidad

- Se favorece el aprendizaje si se establece una rutina

- A medida que el niño aprende a obedecer a la primera, se puede ir dejando de reforzar las cooperaciones más simples y empezar a reforzar las complejas


La segunda alternativa, basada en el costo de respuesta, supone la utilización de una economía de fichas para reforzar el cumplimiento de tareas que pueden ser intercambiadas por reforzadores pactados por ambas partes.

LAS RABIETAS INFANTILES

Una rabieta o berrinche es una forma inmadura de expresar ira o frustración. Aunque los padres tengan un carácter apacible el hijo puede tener algunas rabietas. Es importante saber manejar estas situaciones, y que el pequeño se de cuenta de que no surten resultado.

rabietas infantiles



A partir de los 3 años el niño tendrá capacidad de expresar su motivo de enfado con palabras, debe animarle a que exprese el motivo de su enojo sin recurrir a las rabietas. Deben comprender que es normal enfadarse, pero que los gritos y las pataletas no van a solucionar su enfado. Por otra parte lo habitual es que llegada la edad escolar las rabietas hayan cesado completamente, en caso contrario, pueden haber sido mal gestionadas. 


El principio fundamental de toda rabieta es: el niño necesita "público" para demostrar su enfado. Si están solos no tendrán rabietas, si no se les hace caso, se incrementará por un instante la intensidad para cesar al poco tiempo.


Si el niño tiene una rabieta por frustración consigo mismos o por fatiga


Algunas veces los niños durante el juego no consiguen los objetivos deseados (por ejemplo, acabar un puzzle) y se sienten cada vez más furiosos y frustrados, tambien pueden sentirse frustrados si son pequeños y no consiguen que sus padres entiendan lo que les quieren decir, o si son mayores, porque no consiguen realizar bien alguna tarea escolar. 


A este tipo de frustración hay que responder con comprensión y estimulación. El padre debe hacer entender al hijo que comprende perfectamente cómo se siente, ayudarle a superar el obstáculo y alentarle, explicándole que aunque en principio resulte difícil, al final lo conseguirá, pero ponerse nervioso empeorará la posibilidad de hacerlo bien. 


En muchas ocasiones los niños afrontan el cansancio extremo con rabietas. Se encuentran demasiado cansados como para tener el más mínimo autocontrol, necesitan descansar y la única manera que encuentran de manifestar su malestar es cogiendo una rabieta por cualquier cosa (es muy típico que cojan una rabieta si se les despierta en el coche al llegar al destino). En estos casos, lo ideal es llevar rápidamente al niño a la cama, permanecer con él y consolarle hasta que se quede dormido.


Ignore completamente la rabieta para conseguir algo


Los niños pueden organizar un verdadero espectáculo para salirse con la suya: para que Vds. no salgan de casa sin él, para que le dejen salir a jugar cuando está lloviendo, para no irse a la cama, para jugar con algo peligroso, para conseguir que se les compre algo..... Este tipo de actitudes les debería valer para bien poco. Ignorar esa actitud, y por supuesto, no ceder a sus exigencias será una forma de que comprendan de que no es el camino para conseguir sus objetivos.

Si Vd. cede en alguna ocasión "para no oirle" está perdido, aprenderá rápidamente el valor del chantaje. 

Las rabietas "porque no quiere hacer algo"

En ocasiones los niños pueden coger una rabieta para evitar irse a la cama, recoger los juguetes, dejar de ver la tele... Lo ideal es darles un tiempo de preaviso: "dentro de cinco minutos te irás a la cama". Pasado el tiempo pactado, y si el niño coge una rabieta, habrá que cogerlo y desplazarlo hasta su cuarto y dejarlo alli, quiera o no. Simplemente estaba advertido. No se preocupe por lo que chille, no le pasará absolutamente nada.

Cuando el niño en la rabieta pega, tira objetos o los rompe


Cuando las conductas del niño son demasiado agresivas, los padres tienen que actuar, algunos ejemplos serían:


- Se cuelga del brazo de la madre gritando

- tira cosas al suelo

- El niño tiene una rabieta en un lugar público


En estos casos, las técnicas utilizadas serían el tiempo afuera, que se emplea llevando a un niño a otro lugar durante el tiempo que dure la rabieta, y no volverá a poder ir al lugar que estaba hasta que no esté completamente calmado (aproximadamente 1 minuto por año del niño). En caso de que haya roto algo o manchado algo, se utilizan técnicas como la sobrecorrección, en las que una vez calmado, tendrá que limpiar y recoger lo que tiró, e incluso dejarlo "mejor de lo que estaba"

A TENER EN CONSIDERACIÓN POR LOS PADRES


Los padres somos los modelos a imitar por nuestros hijos: los padres que pierden el control fácilmente están enseñando esa conducta a sus hijos: si Vd. le grita habitualmente, le está enseñando a gritar, si le pega, considerará la violencia como una forma de expresión.

Es importante que ante las rabietas Vd. tome una postura firme, no admita chantajes, si el niño se da cuenta que sus gritos y pataletas no le llevan a ningún sitio, cesará esa conducta.

NIÑOS TIRANOS: EL SINDROME DEL EMPERADOR

niños que tiranizan a sus padres
Las denuncias de padres contra hijos por maltrato, amenazas y violencia verbal, física y psicológica se han multiplicado hasta ocho veces más en tan sólo cuatro años. Los hijos que insultan y golpean a sus progenitores sufren el denominado "síndrome del emperador". Este síndrome que muchos adolescentes padecen y bajo cuyos síntomas actúan comportándose como auténticos déspotas y tiranos, es una conducta de cuya incidencia se conoce sólo "la punta del iceberg". Para la psicología actual, de esta perturbadora conducta o síndrome de los menores sólo se conoce una reducida parte de un complejo profundo y extenso problema.

Como afirmaba Salvador Minuchin, en la estructura familiar tienen que existir límites entre el subsistema conyugal y el subsistema parental. Los límites están constituidos por las reglas que definen quiénes participan y de qué forma. Su función reside en proteger la diferenciación de los subsistemas. Estos límites tiene que ser claros y estar bien definidos, ya que lo normal es que el pequeño ególatra trate por su hedonismo de conseguir todo lo que le apetece y buscará constantemente llamar la atención, y es función de los padres el ponerle freno y control.
Actualmente la familia ha evolucionado y la estructura familiar se ha modificado. Existen familias monoparentales, divorciadas, reestructuradas, etc, y del mismo modo las funciones familiares también se han visto variadas: Los roles parentales se han diluido. La autoridad incuestionada que caracterizó en algún momento al modelo patriarcal del subsistema parental desapareció y ha sido reemplazada por el de una autoridad flexible y racional.

El perfil del niño/a tirano/a ha sido definido, como inteligente, rápido y contestatario, no acepta el límite de su autonomía y estalla escandalosamente ante la menor frustación. Padres dedicados y afectuosos, hiperatentos, le hablan como a iguales, explicando y justificando cualquier decisión que tomen y consultando democráticamente su joven voluntad”.

Los especialistas psicólogos y pedagogos debaten si el “síndrome del emperador” es debido a carencias educativo-formativas y a la falta de afectos de los padres desde el seno familiar o si hay factores genético-hereditarios biológicos, principalmente de naturaleza psicopática, que resulten determinantes. Esto es, la psicología y la pedagogía se cuestionan si simplemente son niños caprichosos, malcriados, a los que nunca se les ha negado nada, o existe un trasfondo emocional cromosomático. La mayoría de los especialistas se decanta prioritariamente hacia la explicación de la carencia educacional desde el hogar.


Según Vicente Garrido psicólogo criminalista autor del libro “Los hijos tiranos. El síndrome del emperador”: “El elemento esencial del síndrome del emperador es la ausencia de conciencia. Son niños que genéticamente tienen mayor dificultad para percibir las emociones morales, para sentir empatía, compasión o responsabilidad, y como consecuencia tienen problemas para sentir culpa”. Añade que los rasgos de personalidad psicopáticos a tener en cuenta son: insensibilidad emocional, falta de conciencia, falta de empatía y ausencia de culpa. Asegura que: "El sistema nervioso de estos chicos por alguna razón tiene problemas para aprender las lecciones morales, para sentir empatía, compasión o responsabilidad. Y, como consecuencia de esto, tienen problemas para sentir culpa, una reacción emocional que sólo puede existir sobre la base de que previamente me he vinculado con la gente.


Podré fingir que lo lamento, pero en el interior a mí me da igual. Como consiguiente, hay una ausencia de conciencia". En su opinión estos chicos se creen con derecho a exigir y lograr –sea como sea-, lo que se les antoja cuando lleguen a la edad adulta serán hombres y mujeres violentos, agresores de sus parejas y acosadores de sus compañeros de trabajo, cuando no fracasados sociales o delincuentes. Excluye de este síndrome a los niños que han vivido episodios de violencia doméstica, los que sufren esquizofrenia y también los malcriados, "que tienen conciencia (los valores y creencias que utilizamos para guiar nuestro comportamiento y que está basado en esas emociones)".

Discrepa de la tesis anterior Javier Urra, psicólogo de la Fiscalía de Menores del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y autor de otro libro sobre la materia “El pequeño dictador”: "La herencia marca tendencia, pero lo que cambia el ser humano es totalmente la educación, sobre todo en los primeros años, en los primeros meses y días, incluso antes de nacer, es muy distinto si eres un hijo deseado o no, si eres un padre relajado o agresivo". En la etnia gitana, explica, es imposible que un hijo pegue a su madre, pero en España "algunos psicólogos y pedagogos han transmitido el criterio de que no se le puede decir no a un niño, cuando lo que le neurotiza es no saber cuáles son sus límites, no saber lo que está bien y está mal. Ésa es la razón de que tengamos niños caprichosos y consentidos, con una filosofía muy hedonista y nihilista".

Los datos del Ministerio del Interior reflejan que más de 5.500 padres denunciaron entre enero y septiembre de 2005 a sus hijos por malos tratos en el ámbito familiar y hubo casi 5.000 órdenes de internamiento en distinto régimen, según consta en la Memoria Anual de la Fiscalía General del Estado. En el año 2006, hasta el mes de abril se han contabilizado 2.070 denuncias interpuestas por malos tratos en la familia cuya autoría corresponde al hijo/a.

Buscar una solución para desposeer a esos pequeños emperadores del ambiente que han conquistado no es tarea fácil, ya que España carece de centros para corregir los trastornos de conducta de niños que controlan el ambiente familiar. La Administración española, aseguran expertos en el ámbito del menor, no dispone de armas para ayudar a esas familias que han perdido toda la autoridad sobre sus hijos y que son víctimas de su cruel conducta. 

El Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid, Pedro Núñez Morgades, aboga por el consenso institucional para crear centros donde enmendar esas conductas agresivas y antisociales. En España sólo existen los centros de reforma para los menores que han delinquido, o los de protección para los que están en una situación de desamparo. La solución intermedia, esa que debería ayudar a esos niños que no están desprotegidos ni son delincuentes, es la que se necesita en España, reitera Núñez. Afirma que el trabajo para corregir ese comportamiento debe ser dirigido por profesionales, en centros especializados en corregir trastornos de conducta en menores. A través de los servicios sociales autonómicos, que una familia desbordada pueda ceder la tutela de su hijo a la Administración para que ésta acuerde un tratamiento. En los equipos hay desde psiquiatras y psicólogos hasta monitores especializados en diferentes talleres y personal que ejerce como tutor. 

Jueces, fiscales, entidades de protección al menor, abogados y psiquiatras coinciden en el aumento de los casos de progenitores que denuncian a sus hijos por maltrato y llegan al extremo de recurrir a la Justicia, aunque por su dureza, las familias agotan todas las vías antes de llegar al banquillo. El magistrado Jaime Tapia, especialista en jurisdicción penal de menores, indica que a veces el sólo hecho de acudir a una sala suele alcanzar para intimidar a los chavales y lograr que corrijan su conducta. En otros casos, sin embargo, es necesario ir más allá: la sentencia judicial.

Una vez puesta la denuncia, se inicia un procedimiento que va a exigir a los menores de entre 14 y 18 años una responsabilidad civil, no penal. A diferencia de los demás procedimientos, es el Fiscal quien lo instruye.

Juan Calvo-Rubio, fiscal coordinador de la Audiencia Nacional en Málaga, explica el proceso: "El fiscal sigue un atestado de la policía o una denuncia directamente de la familia e incoa un procedimiento. Ese procedimiento incluye declaración de menor, de los padres y de todas las personas que hayan podido tener relación con esto. Se aporta un informe psicológico, puesto que tiene que hacer referencia a las medidas más adecuadas para aplicar al menor. Cuando se incoa el procedimiento hay que decidir si el menor va a seguir con la familia o si va a ser ingresado en un centro de reforma como consecuencia del peligro que pueda correr su familia. Esa decisión la solicita el fiscal y la toma el juez de menores. Luego el fiscal realiza un informe con la descripción detallada de los hechos y solicita medidas. El informe lo traslada al juez de menores que inicia un juicio". 

Finalmente, el juez decidirá si aplica o no la medida solicitada por el fiscal, y que dependiendo del caso, puede derivar en internamiento, libertad vigilada o tratamiento ambulatorio del pequeño emperador.

EL NIÑO IMPULSIVO


la impulsividad es un rasgo de temperamento infantil

La impulsividad es un rasgo del temperamento (niños) o personalidad (adultos) que ha estado presente, en un u otro grado, a lo largo de toda la evolución del ser humano . Hoy en día, la impulsividad en muchos niños se manifiesta con una gran intensidad y frecuencia, llegando a alterar la convivencia y condicionar la vida de los padres que la sufren. Es un hecho evidente que, además, la impulsividad parece manifestarse en niños cada vez más pequeños, si bien, esto puede atribuirse, en parte, a los actuales estilos de vida modernos (ambos padres con largas horas de trabajo) y también, en algunos casos, a una falta de recursos o conocimientos por parte de los padres o educadores que simplemente se ven desbordados y no saben como afrontarlo.



Normalmente, la impulsividad viene acompañada de hiperactividad y déficit de atención en lo que denominamos: TDAH y esto puede ser la antesala de problemas de aprendizaje, conductas disruptivas y, más adelante, agresivas o delictivas.


Sea como fuere, hay niños que presentan series dificultades para reprimir sus impulsos y esto les conlleva numerosos conflictos tanto en el ámbito familiar como en el escolar. 

CÓMO SE COMPORTA EL NIÑO IMPULSIVO

Las manifestaciones de impulsividad, se están presentando a edades cada vez más avanzadas (2, 3 años), y pueden suponer para la familia una alteración significativa en la vida cotidiana si se desconocen los motivos y la forma correcta de actuar. Algunas pistas para detectar el niño impulsivo: 


· Primero hace, luego piensa.

· Contesta antes de acabar de oír la pregunta.

· Dificultades para aguardar el turno en los juegos.

· Mal perder. No soporta que le ganen.

· Interrumpir o estorbar a los demás.

· Baja tolerancia a la frustración.

· Poco autocontrol.

· Desobediencia, negativismo.

· El niño reconoce su problema pero no puede controlarlo y reincide.

· Puede involucrarse en actividades físicas peligrosas sin valorar sus consecuencias.

· En niños pequeños se dan fuertes rabietas incontroladas.

Estas son algunas de las manifestaciones que podríamos incluir dentro del concepto de “impulsividad”. Algunos padres, simplemente definen al niño impulsivo, como un niño que tiene un fuerte carácter o temperamento.

La impulsividad como factor psicológico independiente o no de un Trastorno de Hiperactividad, precisa de un tratamiento más detallado. Las razones son obvias. La impulsividad tiene repercusiones directas sobre las interacciones familiares, pudiendo alterar el desarrollo adecuado de vinculación afectiva y el equilibrio emocional. También deteriora seriamente la capacidad de aprendizaje del niño y su buena adaptación a la escuela y compañeros. Finalmente una impulsividad no trabajada a tiempo y que se manifiesta en un entorno desestructurado, es el camino más directo para conductas violentas o delictivas en el futuro.

UNA APROXIMACIÓN A LA IMPULSIVIDAD

En principio, la impulsividad podríamos definirla como un estado de activación neurobiológica o déficit de control inhibitorio. Los dos términos en cierta manera ponen de relieve la más que posible mediación de factores orgánicos en la génesis de la impulsividad. Esta activación supone la liberación de una serie de sustancias internas (neurotransmisores, hormonas) que preparan al cuerpo para una reacción motriz inmediata. Es una energía que está ahí y debe “liberarse” de alguna manera. La más habitual (según edad): las rabietas, los gritos, las huidas, etc.

Regularmente los niños con TDAH o, simplemente, con síntomas de impulsividad, tienen antecedentes familiares de primer grado que manifestaron o manifiestan el mismo problema. Por tanto, la vía genética o herencia determina cierta predisposición a manifestar los síntomas en hijos de padres también con caracteres fuertes, impulsivos o con poca tolerancia a la frustración. 

Pero la impulsividad no es tan sólo un factor que podemos heredar sino también una manifestación cognitiva y conductual que puede potenciarse o disminuir en función del entorno. 

Es importante establecer la diferenciación entre una impulsividad primaria de la secundaria. En el primer caso, la impulsividad estuvo presente desde el mimo momento de nacer el niño sino antes (excesivos movimientos fetales) y es la que suele tener un componente genético más evidente. La secundaria aparece o se potencia en un momento dado del desarrollo normalmente asociado a factores de inestabilidad afectiva, cambios imprevistos, traumas, separaciones, etc. El peor de los escenarios es cuando un niño genéticamente predispuesto para ser impulsivo tiene, a su vez, un entorno poco acogedor o desestructurado.

La impulsividad, entendida como estado de activación inmediato, nos aporta empuje para responder de forma rápida (aunque normalmente poco racional) a nivel motriz. Esto no es casual. Si está en los genes de los seres humanos es porque en algún momento de nuestro período evolutivo fue una característica positiva para la supervivencia de la especie. Imaginémonos los tiempos remotos de vida en las cavernas y los pocos recursos para afrontar un medio ambiente hostil con numerosos enemigos y animales dispuestos a atacarnos. En este medio es muy probable que supervivieran mejor los seres humanos con unas capacidades de “impulsividad” (activación rápida y potente) y, por tanto, de afrontar o huir de la situación con éxito, frente a los que eran más tranquilos. 

Vemos, pues, que la impulsividad pudo obedecer a factores de supervivencia en algún momento. No obstante, la genética no va tan rápido como los cambios culturales de la especie. La programación genética de algunos niños sigue preparada para responder contundentemente a cualquier tipo de agresión percibida, no obstante, hoy en día, lo que se espera de ellos es precisamente lo contrario: racionalidad, tranquilidad, paciencia, atención, etc, especialmente en la escuela.


DECÁLOGO PARA HACER DE TU HIJO UN DELINCUENTE

El popular juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, conocido por sus sentencias educativas y orientadoras, ha publicado un libro "Reflexiones de un juez de menores" (Dauro) en el que inserta un "Decálogo para formar un delincuente ". Es muy interesante. Dice así:


1: Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.

2: No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.

3: Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.

4: No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.

5: Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.

6: Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.

7: Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.

8: Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.

9: Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.

10: Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.

CONDUCTAS AGRESIVAS EN NIÑOS TRAS DIVORCIO

la agresividad de los niños tras el divorcio es un mecanismo de defensa ante el dolor

Es frecuente encontrar en consulta a padres o madres alarmados porque sus hijos, tras un divorcio, mantienen una conducta hostil hacia el progenitor que ostenta la custodia.



Esta situación produce una gran preocupación en el padre/madre, que se sienten culpables y tienden a adoptar una posición de complacencia ante el hijo pensando que así le volverá a aceptar.



Las conductas hostiles, agresivas, oposicionistas o de claro reproche hacia el progenitor, culpabilizándole de la situación, hay que comprenderla dentro del contexto de maduración del niño, de cómo interpreta la realidad de un divorcio.



Un niño, cuando sus padres se divorcian ven que su mundo infantil se derrumba: para ellos la situación normal e idílica es que "papá y mamá" estén juntos y a su lado, y el cambio de situación les produce un gran dolor y sentimientos de inseguridad.

Es normal que vean a la persona con la que se quedan como la fuerte, y aquella que tiene que abandonar el hogar, como la débil y desprotegida. Ante esta situación, es normal que cierren filas con el que se ha ido, en un intento (infantil, evidentemente) de darles ellos mismos protección.


Los niños no pueden expresar sus emociones y sentimientos con un discurso coherente, y por ello utilizan las únicas armas que dominan: su conducta. La forma de expresar dolor y frustración es el mal comportamiento, una forma de expresar su malestar, a veces con la idea de que conseguirán volver a unir a sus padres, otras veces para que ellos mismos se sientan mal. 

Ante esta situación tan complicada (se une el problema emocional propio de la ruptura con la mala conducta del hijo), los padres se pueden sentir sobrepasados. 


Es importante, como primer punto analizar la situación: un niño con mala conducta, si esta se está produciendo en un contexto de crisis familiar, es un niño que está expresando su frustración, y sobre ello hay que trabajar, considerando el mal comportamiento una válvula de escape. 

Es necesario eliminar cualquier conducta que suponga un incremento de la ansiedad y el dolor del niño: el progenitor que no está con el hijo JAMÁS debe mostrar su dolor delante del niño, básicamente porque no le llega el mensaje de "cuanto te quiero y cómo sufro", sino "tu padre sufre y tu, como eres un niño, no puedes ayudarme". No se está "castigando" al otro progenitor: se está haciendo sufrir al niño. 

El padre/madre que ostenta la custodia tampoco debe sentirse una víctima del odio de su hijo: nos movemos en clave: adulto-niño, no nos podemos poner a su altura. La comprensión del problema con una cierta madurez, nos ayudará a darle al niño la seguridad, protección, amor y a liberarle de los miedos o los sentimientos de culpa. 

Es importante que los padres ante una situación de divorcio, y a pesar de sus diferencias individuales, actúen como personas adultas, maduras y responsables. Nada más nocivo para un niño que verse inmerso en las luchas entre mayores, incluso si uno de los padres persevera en esa actitud, el otro no debe entrar en esa guerra: hay que mantener una actitud firme, y saber que a pesar del rechazo inicial del niño, la vida "pone a cada uno en su sitio", y la actitud de "querer a un hijo sin esperar nada a cambio" siempre da frutos positivos, aunque no precisamente a corto plazo.